Valeria Bonilla Jiménez
“Somos seres ‘cuentacuentos’, y ya desde niños adquirimos un lenguaje para explicar estas historias que llevamos en nuestro interior”.
Jerome Bruner
En el presente ensayo se pretende realizar una articulación de teorías literarias con la obra “El profesor” de Frank McCourt (2006), teorías en las cuales los autores elegidos: Vásquez Rodríguez (2017), Larrosa (1995), Foucault (2008), entre otros, exponen sus postulados en donde abordan la narración autobiográfica como pieza fundamental en la construcción del sujeto, en la construcción del yo. Lo anterior se realiza con el objetivo de dar respuesta a la pregunta: ¿cómo se configura, desde la filosofía y la literatura, el sujeto narrativo autobiográfico?
La autobiografía está permeada por un discurso que primeramente da a conocer las experiencias que se han recogido durante el paso por la vida y también enuncia las subjetividades del individuo como una construcción permanente siempre que se narra ese yo que está en relación contextual y dialogal con otros, con el mundo y consigo mismo. De manera que la autobiografía es un escrito personal e íntimo que da cuenta a través del lenguaje del acto de mirar-se para narrar-se, de un deseo por expresar-se y consecuentemente juzgar-se. De acuerdo con lo anterior, Larrosa (1995) quien retoma el concepto foucaultiano de ‘tecnologías del yo’ sustenta que “la experiencia de sí puede analizarse como el resultado de un entrecruzamiento de tecnologías ópticas de autorreflexión, formas discursivas (básicamente narrativas) de autoexpresión, mecanismos jurídicos de autoevaluación, y acciones prácticas de autocontrol y autotransformación” (p. 8). Es así como la experiencia de sí, de la cual la autobiografía se nutre, implica una serie de actos que desembocan en la objetivación del sujeto y en la reflexión acerca de cómo es la relación consigo mismo.
Estos actos que objetivan el sujeto y al mismo tiempo lo subjetivan, se traducen en verbos como: estimar-se, evaluar-se, controlar-se, amar-se y muchos otros que permiten expresar una interpretación de sí mismo y una conciencia de su identidad que compromete el hecho de pensar en el significado propio, pues las experiencias y aprendizajes son particulares en cada ser y esto se puede apreciar en la autobiografía, ya que en ella se piensa y se cavila sobre el sujeto autobiográfico en su total integridad, lo cual da paso a un proceso de formación que parte de la introspección y pasa a “la aceptación del individuo de sí mismo con la idea de mirarse como proyecto y no como un fin, teniendo presente su condición falible” (Vásquez, 2017, p. 9). Es así, como desde la filosofía se puede aludir a tratar de responder a una serie de cuestiones como por ejemplo ¿quién soy? y ¿cuál es mi lugar en el mundo? Y es precisamente estas dudas y autocuestiones las que hacen diferente la autobiografía literaria, pues ésta se enmarca y se dirige a cuestiones metafísicas y ontológicas que permean la condición humana, dando relevancia a una preocupación por encontrar la verdad del ser, más precisamente el saber quién se es.
En esta misma línea, la obra de carácter autobiográfico “El profesor” de Frank McCourt (2006) un escritor y docente irlandés-estadounidense, narra varios relatos tejidos acerca de su infancia, sus años como docente y los desafíos a los que debió enfrentarse en los institutos de secundaria de Nueva York. Es importante tener presente que la narración da cuenta del ser humano porque vivimos contando y vivimos contando-nos, y es a través del lenguaje como creamos la realidad. Por tanto, el yo es una construcción narrativa desde un dar cuenta de sí mismo a través del relato autobiográfico. Es válido destacar el pronombre yo como deíctico centrado en el individuo desde lo privado, lo íntimo, hasta lo exterior y público como punto de referencia. El profesor escribe:
Esa infancia desgraciada me dejó sin autoestima, me produjo ataques de autocompasión, me paralizó las emociones, me volvió cascarrabias, envidioso e irrespetuoso con la autoridad, retrasó mi desarrollo, obstaculizó mis contactos con el sexo opuesto, me impidió triunfar en la vida y casi me incapacitó para el trato humano (McCourt, 2006, p. 6).
En este fragmento se puede apreciar una denuncia del escritor a su infancia a través del lenguaje escrito, la cual a partir de las tecnologías del yo como mirar-se y expresar-se logra que precisamente exteriorice reflexiones sobre sus vivencias y su contexto y cómo estas experiencias tuvieron trascendencia en su personalidad, ocurre entonces una revelación del yo interior que implica hablar de uno mismo. En este caso, el profesor publica su obra y se dan a conocer sus miradas acerca de un yo plural, pero también ese “hablar de uno mismo” se convierte en su herramienta de trabajo, o sea, en su estrategia pedagógica.

En la obra “El profesor” (2006) el relato se presenta como un artefacto que muestra una visión de sí mismo que ha suscitado la necesidad de contar a otros lo que le ha sucedido, es decir, dar y donar un testimonio sobre una infancia difícil. Aquellas narraciones testimoniales hacen parte del acto de dar-se y donar-se que entra a poner la vida privada del autor en el ámbito público. Sin embargo, es necesario concebir este testimonio autobiográfico como un símil de las fases de la luna, pues como lo ha dicho Bruner (2013) citando a Philippe Lejeune (1994) “los relatos del yo se modelan sobre un tácito pacto autobiográfico que rige qué conforma la apropiada narración pública del yo” (p. 96), es así como aun siendo un relato autobiográfico puede que responda a expectativas del otro y éste en la res publica se entiende no como un acto íntimo, sino como una necesidad de comunicar lo vivido. Lo cual se traduce como un medio de quedar vivo para el otro, en este caso, quedar vivo para sus alumnos, como lo único que queda para continuar en el mundo.
El autor en otro apartado menciona que era invisible excepto en la escuela y luego dice lo siguiente: “después escribí un libro sobre mi infancia y me convertí en el irlandesito del momento” (McCourt, 2006, p. 7). Un libro del cual tenía la ilusión de que sirviera para explicar la historia familiar a los descendientes lo catapultó a la res pública, pues fue traducido a treinta idiomas y enlistado entre los libros más vendidos. Incluso él se convierte en “una luz de esperanza para las personas mayores de todas partes que siempre habían querido contar su vida (McCourt, 2006, p. 7). Él a partir de su relato autobiográfico se ha vuelto un referente para otros, pues precisamente ha logrado suscitar el sentirse identificado con sus narraciones, por lo que el lector ha sido el mismo McCourt al momento de leerlo, sentirlo, reflexionar y conmoverse con sus experiencias.
En ese sentido, se pone en juego la práctica de la Antigua Grecia: el cuidado de sí mismo, precedente del acto de conocerse a sí mismo, a la cual Foucault (2008) ha concebido como “el sentirse preocupado e inquieto por sí” (p. 50). En tal caso, el cuidar de sí, se dirige a una curiosidad por el propio ser que se consuma en el conocerse para tener la posibilidad de autonarrarse. Obsérvese la siguiente cita:
Ellos saldrán adelante, pero ¿en qué situación quedas tú? No podrás recuperar nunca los pedazos de tu vida que se les quedan en las cabecitas. Es tu vida, hombre. Es lo único que tienes. No les cuentes nada. El consejo cayó en saco roto. Yo aprendí por prueba y error, y pagué el precio. Tuve que encontrar mi propia manera de ser hombre y profesor, y precisamente con eso estuve luchando durante los treinta años que frecuenté las aulas de Nueva York. (McCourt, 2006, p. 15).

El señor McCourt había optado por una metodología en sus clases basada en narrar a sus alumnos sucesos de su vida, pues había logrado despertar el interés en ellos, su actitud cambió hacia un estar atentos y haciéndole preguntas al profesor; y la anterior cita plasma lo que sus compañeros de trabajo le aconsejaron. Allí, él habla de que tuvo que “encontrar su manera de ser” hombre y profesor, o sea de construir-se pero también de encontrar-se a partir precisamente de narrar-se a sus alumnos. Ese acto de narrar-se está precedido por la construcción del yo permeada constantemente por contextos, sujetos, experiencias, estados de ánimo, relaciones, conversaciones, y el hecho de tomar vestigios de sí y tratar de unirlos en sus discursos autobiográficos para dar a conocer su memoria acompañada de un valor importante que es la reflexión pedagógica.
Vásquez (2017) sustenta que “buena parte de nuestra práctica docente está diseñada sobre lógicas de la oralidad (…) y en la mediación de la escritura el maestro se torna aprendiz” (p. 10). McCourt (2006) por una parte se vale de la oralidad para transversalizar sus narraciones autobiográficas con el área que le corresponde impartir en la escuela: lengua inglesa. El hecho de ser irlandés y su forma de hablar causaba curiosidad en sus alumnos por lo que a partir de contar su infancia daba clases de historia a la vez. Él escribió: “me preguntaron cómo era que hablaba inglés si venía de un país extranjero que no era Inglaterra, y tuve que explicarles cómo se conquistó Irlanda, cómo nos avasallaron y nos atormentaron los ingleses hasta que acabamos hablando su lengua” (McCourt, 2006, p. 82). Y por otro lado, en su obra se evidencia un conglomerado de cuestiones que él mismo se dirige, en donde considera cómo ve la sociedad y el país estadounidense al maestro. Además, medita sobre las vidas de sus alumnos, sobre su propio quehacer docente, sobre sus experiencias, su formación, sus desafíos, sus oportunidades y preocupaciones. En ese ejercicio de escritura reflexiva ocurre un devenir maestro que tiene siempre viva la posición de aprendiz y que concibe la formación como una búsqueda constante vital, pues a partir de la toma de conciencia sobre sus experiencias hay una evaluación de todo lo que se ha superado.
Ahora bien, McCourt (2006) expresa que “también los profesores aprenden. Después de pasar años en el aula, después de encontrarse cara a cara con miles de adolescentes, tienen un sexto sentido” (p. 92). De manera que la experiencia docente en McCourt ha edificado su capacidad de pensar y dirigir y esto se ve reflejado en su autobiografía como un viaje hacia sí mismo que da cuenta de un yo que siempre está en relación con los otros, un yo que no está solo. Y también de un yo que puede dirigirse a interrogar la vida, la gente, la sociedad y la educación desde la reflexión concienzuda y detenida.
Y específicamente en una actitud autobiográfica siguiendo a Vásquez (2017) es que surge una transformación, ya que no seguimos siendo los mismos después de adentrarnos en el viaje de la introspección, del buscar dentro, del querer formar a partir de las propias experiencias, del ser testigos de los múltiples yo que nos habitan y que hacen frente al pasado, al presente y al futuro. En relación con lo anterior, McCourt expresa un autocuestionamiento acerca de su pedagogía: “Discuto conmigo mismo: «Estás contando historias, cuando deberías estar enseñando». «Estoy enseñando. Contar historias es enseñar.» (2006, p. 19).
Si bien es cierto, aquellas experiencias que se cuentan son las que han quedado plasmadas en la memoria. Cada vez que son narrados hechos vividos, éstos son recreados y de acuerdo al contexto, a las emociones, a las necesidades y a las personas con que se compartan, justamente esas experiencias son susceptibles de ser interpretadas y de dar paso a transformaciones. Las experiencias suscitan cambios en el ser, pues como lo ha dicho Heráclito no es posible bañarse dos veces en el mismo río. Lo mismo ocurre con la memoria y de allí los cambios en los relatos y en la autobiografía como resultado de una escritura fragmentada del sujeto. Bien lo ha expresado Brunner (2013) “nosotros construimos y reconstruimos continuamente un yo según lo requieran las situaciones que encontramos, con la guía de nuestros recuerdos del pasado, y de nuestras experiencias y miedos para el futuro” (p. 93).
Ahora bien, esa escritura fragmentada es hilada con recuerdos de la memoria y producciones de la fantasía. Por tanto, primeramente, se puede aludir al hecho de que el pasado es modificable, porque hay una movilización de evocaciones y experiencias que a través del lenguaje develan la configuración de subjetividades humanas; y en como segundo punto, ese hilado de recuerdos y fantasía se orienta a preguntarse: ¿qué papel juega la ficción en el relato autobiográfico?
De acuerdo con ello, Vargas Llosa (2019) expresa que “el material autobiográfico experimenta transformaciones, es enriquecido, mezclado con otros materiales recordados o inventados y manipulado y estructurado” (p. 26). Aquí se presenta una marcada reflexión sobre la memoria para llegar a la autoconquista que se traduce en descifrar lo que uno es. Por ejemplo, el personaje de McCourt dice lo siguiente: “tengo veintisiete años, soy un profesor nuevo que rebusco en mi pasado para dar gusto a estos adolescentes norteamericanos, para que se estén callados y quietos en sus asientos. (McCourt, 2006, p. 19). Incluso él dice allí que no pensó que su pasado le fuera tan útil o que alguien se interesara por su vida y que después comprendió que eso mismo era lo que hacía su padre cuando les contaba historias a él y a sus hermanos acerca de los ‘seanachies’ quienes viajaban contando historias. Queda claro que en parte de la infancia del autor, la narración dejó una importante huella y relacionado con esto, Borges (2019) expone que su impresión es que “la vida le inflige los temas al escritor a través de ciertas experiencias que dejan una marca en su conciencia o subconsciencia y que luego lo acosan para que se libere de ellas tonándolas en historias” (p. 25).
Finalmente, se puede concluir que la vida del maestro está inmersa en un discurso de res pública que evidencia en primer lugar el testimonio de la figura del narrador y en segundo lugar, las configuraciones del ámbito educativo; una vida que se sale de las manos y que se dona al mundo a través de los relatos autobiográficos como ejercicio arqueológico de la memoria que constantemente plantea interrogantes. Lo anterior, invita a ahondar en la complejidad filosófica del sujeto narrativo en la obra El profesor (2006) y a descubrir la presencia de las tecnologías del yo en la literatura y la relación entretejida con la formación.
Referencias bibliográficas
Bruner, J. (2013). La fábrica de historias. Derecho, literatura, vida. Buenos Aires, Argentina. Fondo de cultura económica.
Foucault, M. (2008). Tecnologías del yo. Buenos Aires, Argentina. Paidós.
Larrosa, J. (1995). Escuela, poder y subjetivación. Madrid, España. Ediciones de La Piqueta
McCourt, F. (2006). El profesor. Madrid, España. Maeva Ediciones.
Vargas LLosa, M. (2019). Cartas a un joven novelista. Bogotá, D. C., Colombia. Penguin Random House Grupo Editorial
Vásquez, F. (2017). Educar con maestría. Bogotá, Colombia. Universidad de La Salle.